Comentario
Tanto en Atenas como fuera de ella, las circunstancias resultaban favorables para que las aristocracias griegas, dentro de ciudades en conflicto, buscaran el apoyo de Filipo. La primera intervención en este sentido tuvo lugar en Tesalia, donde apoyó a los Alévadas de Larisa frente al tirano Licofrón de Feras en 354. Se trataba de una lucha por el control del territorio tesalio desde la perspectiva de la aristocracia o del tirano, heredero de una estructura estatal creada por Jasón, apoyada en el ejército mercenario, aspirante a convertir el puesto de tagos, o cabeza de la liga tesalia, en una monarquía, definida generalmente como tiranía, supuestamente por sus rasgos antiaristocráticos, lo que era forzoso en una situación como la tesalia, tradicionalmente dominada por una familia, la de los Alévadas. Los apoyos con que éstos contaron no sólo sirvieron para derrotar a Licofrón, sino también para ampliar la acción hacia quienes habían sido el principal apoyo de éste último, los focidios.
El protagonismo de los focidios se inscribe dentro del proceso de decadencia de la confederación beocia y de sus intentos de recuperación. Los beocios pretendieron aprovecharse de su posición de privilegio en la Anfictionía de Delfos para que se aprobara la imposición de grandes multas contra los focidios por haber cultivado la tierra sagrada de Cirra y contra los espartanos por la ocupación de la Cadmea, igualmente considerada como acto sacrílego. La reacción de los focidios, con la ayuda espartana primero y ateniense más tarde, fue la de ocupar, al mando de Filomelo, el santuario de Delfos. La reacción de los locrios sólo tuvo como consecuencia que los focidios ocuparan también parte de su territorio. Filomelo se convirtió rápidamente en un poderoso jefe de ejércitos mercenarias pagados con las riquezas procedentes del santuario. Los beocios, para hacerles frente, acudieron a los miembros de la Anfictionía y, principalmente, a los tesalios. Todos ellos consiguieron derrotar a Filomelo, que murió al regreso del combate. Fue su sucesor Onomarco quien realizó una importante campaña hacia el norte y acudió en ayuda del tirano de Feras, con éxito inicial, a pesar de la ayuda de Filipo a los Alévadas. Sólo los refuerzos posteriores hicieron posible la victoria de los macedonios en la batalla del Campo de Azafrán, del año 352, que significó el inicio del declive para el efímero imperialismo focidio.
Para Filipo, en cambio, significó la consagración como defensor de la causa apolínea frente a los focidios. Ahora fue admitido como miembro de la Anfictionía y se convirtió en el verdadero reorganizador de la confederación tesalia, tal vez con el nombramiento de tagos. Tal posición resultaba en principio favorable para continuar el avance contra los aliados de los focidios y, de hecho, en el verano del mismo año había llegado a las Termópilas, pero la presencia de los contingentes aliados le hizo desistir. Filipo celebró su triunfo en Delfos, a pesar de las protestas atenienses porque la agonothesia fuera desempeñada por un bárbaro. Las consideraciones de tipo étnico vuelven a renacer al recrudecerse las relaciones conflictivas.